«Con los ateos coincido en muchas cosas, a menudo casi en todo, salvo en su creencia de que no existe Dios. En la hoy tan bulliciosa feria de la mercancía religiosa, llena de géneros de todas clases, a veces me parece que con mi fe cristiana estoy más cerca de los escépticos y de los críticos de la religión –ateos o agnósticos– que de mucho de lo que allí se ofrece con tanta impertinencia. Con cierto tipo de ateos puedo compartir la percepción de la ausencia de Dios en el mundo. Considero, sin embargo, su interpretación de ese fenómeno como demasiado apresurada: como una expresión de impaciencia. También me oprime a menudo el silencio de Dios y el peso de la lejanía divina. Me doy cuenta de que el carácter ambivalente del mundo y la multitud de paradojas de la vida también permiten explicar el ocultamiento de Dios con frases como ‘Dios ha muerto’. Pero puedo encontrar aun otras interpretaciones posibles de la misma experiencia y otra actitud con respecto al ‘Dios ausente’. Conozco tres formas de paciencia (profundamente interconectadas) frente a la ausencia de Dios: se llaman fe, esperanza y caridad.»

Tomáš Halík, Paciencia con Dios

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