Apagón, sí, pero ya hecho realidad. Y tampoco hay apenas agua, menos aún de la potable. Todo el doble o el triple más caro. La conexión del móvil o wifi funcionan solo unas horas al día. Y todo esto, porque no hay gasolina. Bueno, haberla… la hay. Solo que, una banda armada (de las tantas que tenemos por aquí) ha decidido que no se suministre hasta que en el país se haga lo que ellos quieren.
No, no hablo de Europa, como habrás imaginado. Aunque allí se esté amenazando con el apagón y la falta de suministros. Lo que aquí en Haití, pasa, es ya verdad desde hace varias semanas. Y cuando oscurece, a las seis de la tarde, todo queda en una negrura estremecedora. Sin embargo, sigue la música.
He de reconocer que un poco, eso me molesta. No hay luz para los hospitales, para las plantas potabilizadoras, para el banco. No hay gasolina en ninguna parte… y mantienen encendidos unos altavoces alimentados por un motor largas horas en la noche.
Sin embargo es lo que, desde mi punto de vista, les define. Cuando hay «apagón», cuando la situación se pone más y más difícil, los haitianos se mantienen bailando con la vida. No se resignan. Si hay que hacer dos y tres horas de camino hasta llegar al colegio, o al mercado, se hace, aunque no hayan comido en todo el día, y sea cuesta arriba y bajo el sol. La dificultad puede ser grande, pero mayor es su voluntad.
No sé cómo llevarás tú los imprevistos, las dificultades, los «apagones» que la vida trae. Pero a mí me ayuda mucho ver a esta gente empeñada en mantener pequeñas luces en mitad de la incertidumbre que la noche nos trae.
Quizás nos ayude, a ti y a mí, aprender un poco de ellos, y seguir bailando a la luz de la Fe. Sobre todo cuando haya apagón, y no podamos ver…