Si no tuviéramos bastante con todo lo vivido en los últimos tiempos (pandemia, erupción volcánica, desabastecimiento de algunos recursos y materias primas…), ahora se nos echa encima otra amenaza: la de un apagón que provoque la pérdida de luz a nivel global. Fue Austria quien puso sobre la mesa el tema hablando de él como de «un riesgo realista y al mismo tiempo subestimado», y ahí andan haciendo simulacros e invitando a la ciudadanía a hacer acopio de velas, mantas y alimentos enlatados no perecederos.

Si el apagón se produjera, el colapso eléctrico tendría unas dimensiones considerables. A ver, hagamos memoria de todo lo que manejamos en nuestro día a día y revisemos cuánto de todo eso precisa de electricidad. Y no olvidemos el papel básico de la electricidad en hospitales, bancos, escuelas, oficinas de cualquier tipo, bares, restaurantes… En fin, que cuando te pones a pensar, nos damos cuenta de que nuestro estilo de vida es «eléctrico-dependiente». Ahora es cuando toca decir que debemos cambiar nuestro estilo de vida. Y sí, es cierto, pero, ¿alguien sabría cómo? Y, lo que es más importante, ¿a qué renuncias estamos dispuestos para que ese estilo sea posible? Hay ya muchos nativos tecnológicos que no han conocido otra vida. ¿Cómo enseñársela? ¿Cómo aprender a vivir sin esas «necesidades» que se nos han creado con las tecnologías? No es tan fácil aprender a vivir de otra manera cuando estamos acostumbrados a darle a un botón y que algo funcione. De verdad, pensémoslo en serio. ¿Sabríamos empezar un nuevo estilo de vida más sostenible, menos agresivo y dependiente de las fuentes de energía? ¿Y por dónde empezar? Porque, sí, el discurso de «no podemos seguir así» todos (yo me incluyo) nos lo creemos y lo recitamos convencidos, pero inmediatamente después seguimos con el móvil, el ordenador, la tele y no sé cuántos aparatos eléctricos más.

Evidentemente, volver a formas de vida propias de tiempos pasados es absurdo. El progreso nos ha traído hasta aquí, y no ha estado mal si eso ha supuesto vivir mejor. Lo que no es bueno es este progreso agresivo y selectivo que deja a tantos por el camino. O progresamos juntos, o entonces no es progreso lo que vivimos. Es extinción.

Por ello, este cambio que parece que los acontecimientos piden que hagamos pasa por un re-aprendizaje serio y sistematizado. Dejemos ya los eslóganes, las protestas y los discursos bellos. Es preciso diseñar seriamente, pautadamente y con conciencia nuevas formas de vida sostenibles que los gobiernos implementen, que las escuelas puedan enseñar, que se vayan publicitando en los medios de comunicación, que se implanten en la ciudadanía poco a poco. Se ha demostrado que, cuando ha sido necesario, lo hemos hecho (recordemos todo lo que hemos tenido que modificar en nuestros hábitos con todo esto del Covid).

Y nuevamente esto para pasa por el consenso, por el diálogo, por la conciencia de que somos muchas naciones, pero un solo planeta. Uno que no crece, que no multiplica sus recursos, que no se duplicará para que podamos seguir como estamos. Y también pasa por que yo, tú, él…estemos convencidos de que ya toca, sí, ya toca cuidar, velar, actuar sin esperar que sean los de arriba los que empiecen. O eso, o nos iremos apagando poquito a poco.

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