Ya se acallaron los ecos y el soniquete. Ya no se repite con jovial humor aquello de: «Amar es saber esperar, es saber esperar, es saber esperaaaaar». Ya no se tiran de los pelos, ultrajados, quienes se sintieron ofendidos, ni lo jalean, entusiastas, los que lo encontraron simpatiquísimo. Ya es historia, material de archivo, que en los medios sucede así.
Y ahora, más en frío, toca intentar pensar no en la campaña mediática que, la verdad, fue un exitazo. Ni en MTV o en quien estaba detrás. Más bien brota otra cuestión. ¿Cómo ayudar a integrar las relaciones sexuales como parte de algo más amplio? Parece que en un panorama de extremos, el joven se encuentra con dos alternativas: o un mundo de límites tan ajenos a su vida cotidiana que lo que le provocan es indiferencia y distancia, o una subjetivización en la cual cada tiene que hacerse su propio mapa y obrar según decida, y entonces todo vale si uno quiere. ¿Cómo moverse en espacios más matizados? ¿Cómo ayudar a la gente a encontrar y valorar unos límites que resulten significativos en sus vidas? ¿Cómo alentar una vivencia integrada y madura de la sexualidad, enriquecida por aquello en que creemos? No es fácil, la verdad.
De lo que se trata fundamentalmente es de vincular lo sexual a una relación que deseas ir construyendo, por la que quieres apostar, que quieres que dure… Se trata de que el sexo sea comunicación y encuentro. Un lugar en el que la otra persona es importante. Que el sexo sea parte del amor. Que sea reflejo y parte de una relación mayor. Que sea también compromiso, una palabra que a veces asusta. Que sea gozo y placer dado y compartido. Si se va a convertir en una cuestión de «se puede» o «no se puede» terminaremos de nuevo en debates imposibles. ¿Hay otras formas de vivir lo sexual que nacen de otras formas de entender la vida? Sin duda. ¿Se trata de juzgarlas o gritar contra ellas? Pues la verdad, cre0 que no. Lo que podemos intentar es entender que, desde nuestra fe, sexo y amor caminan de la mano, trenzando historias, forjando vínculos fuertes y ahí hay una forma de asomarse a la plenitud.
¿Amar es saber esperar? La verdad es que amar es muchas cosas. A veces esperar, y otras dar un paso. A veces callar y otras hablar. Sobre todo amar es ser capaz de salir de uno mismo y mirar al otro, y saber atender a lo que le ayuda, a lo que le importa. Amar es saber escuchar, y saber perdonar, y saber exigir, y saber dar. Amar es saber apreciar y saber compartir. Y acariciar. Y construir historias. Y el sexo puede ser parte de este diálogo, de este encuentro, de esta comunión de dos que se quieren.