Estamos viviendo la canonización del beato Carlos Acutis -y Pier Giorgio Frassati- por parte del papa León XIV. El primer santo millenial, el santo de las redes sociales. Alumno del colegio de los jesuitas de Milán que no deja a nadie indiferente. Si ahora nos empezamos a dar cuenta de la urgencia de cuidar la transmisión de la fe, este joven italiano ya lo asumió hace varios años con audacia y determinación, porque supo ver y apreciar lo que era realmente importante.

Quizás en él, también podemos intuir ese “hombres y mujeres para los demás” que propugna la educación jesuita. No viviendo para sí, sino para Dios y para los demás. Un joven competente, capaz de dominar una disciplina como la informática como nadie, y desde ahí sumar. Comprometiendo sus dones al servicio de Cristo y de su Iglesia, sin complejos, sin miedos, sin prejuicios. Compasivo con los sufrimientos del mundo. Y consciente de la realidad, de lo que pasaba a él, a su familia y entorno, y de todo lo que Dios le amaba. Sabía que en la Iglesia la juventud no era un problema, sino todo lo contrario.

Ojalá surjan en la Iglesia más jóvenes apasionados como estos dos nuevos santos, capaces de entregarse con pasión al servicio del Reino. Capaces de darse cuenta de que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, para ser más felices, para ser más de Dios, para ser más santos. Capaces de vibrar con cada eucaristía. Capaces de descubrir en la Iglesia un hogar, donde poder amar y servir, especialmente a Jesús de Nazaret y a los más pobres. Capaces de romper prejuicios y de preguntarse con su vida: ¿Señor, qué quieres de mi? ¿Qué quieres que yo haga?

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