¿Y tú qué eres, del Cristo o de la Virgen? Si perteneces a una cofradía, o es una realidad cercana en tu entorno, es más que probable que hayas escuchado alguna vez esta pregunta. ¡Qué barbaridad, pensarán algunos! Es un binomio repetido en muchísimas hermandades: los pasos de misterio y los pasos de dolorosas. La Pasión de Cristo y los dolores de su Madre.

En mi caso, todos los Martes Santos, trasladamos el paso de la Virgen de las Lágrimas, desde el colegio de los jesuitas, hasta la iglesia de Santa Isabel de Zaragoza. Así permanecerán juntos en Semana Santa, el Cristo del Descendimiento y Nuestra Madre.

De ese traslado sale una procesión preciosa, claro que sí. Pero lo que en realidad hacemos un día al año, es escenificar el camino que cada día recorre nuestro corazón: caminar hacia Jesús, acompañados de María. Pensando en esta clave, que un año más la procesión vaya por dentro, no altera el sentir de un cofrade.

No en vano, la idea me resulta muy familiar, pues el anagrama de dicha cofradía significa esto: A Cristo por medio de María. La vinculación de numerosas cofradías y hermandades, con las congregaciones marianas que les dieron origen, se ha desdibujado con los años en muchas ocasiones. Pero su sentido mariano sigue presente más allá del escudo que heredamos.

Cuando miro su imagen lo veo. En el clamor de María hacia el cielo, yo veo un abrazo. Unas manos tendidas, cercanas, que no paran de invitarme ¡camina conmigo hacia Él!

Los brazos de María, también en su dolor, se abren hacia cada uno de nosotros, que cada día le pedimos que nos ponga con su Hijo. Son una llamada y una invitación a más amarle y seguirle.

Así que, cuando vuelvas a escuchar esta pregunta, recuerda el anagrama: A Cristo por María.

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