El pasado domingo el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Luis Argüello, en una entrevista para La Vanguardia ponía sobre la mesa las tres opciones que plantea la Constitución Española de 1978 para salir del bloqueo, reconocido incluso por miembros del partido que lo apoya, que sufre el Gobierno de España. Moción de censura, cuestión de confianza o convocatoria de elecciones son las posibilidades que desbloquearían la situación.
La respuesta airada del presidente del Gobierno planteando una cuarta opción no se hizo esperar, respetar el resultado electoral. Además, dijo que “el tiempo en que los obispos interferían en la política acabó cuando empezó la democracia”. En la entrevista, de fácil acceso, Don Luis habló de otros muchos temas que atañen a la vida y misión de la Iglesia que no parecen haber causado tanto escozor.
Dicha opción a la que aboca el presidente a la Iglesia apelando a la supuestamente debida neutralidad eclesial en el plano político, no es más que una coartada – muy antigua – para negar a los católicos, en tanto que católicos, la posibilidad de participar no sólo en la gestión de lo público, sino también en la reflexión y propuestas en favor del bien común. Aunque la participación activa en política corresponde a los laicos, los pastores, desde el respeto a las normas del juego democrático, no solo pueden sino que deben ayudar a discernir, desde el Magisterio de la Iglesia lo que protege la dignidad de la persona y contribuye al bien común. Aunque a algunos le moleste.
La pregunta que suscita esta controversia va más allá de la posición eclesial, o de un obispo determinado, hacia un Gobierno o un partido político. Lo que verdaderamente saca a relucir es la cuestión sobre el papel de la Iglesia dentro de la sociedad civil. Monseñor Arguello lo deja claro en la entrevista. “La política necesita una ética y la ética no la da el Parlamento sino la sociedad, y la Iglesia es uno de sus actores”.
Foto: Carlos Mira (Ecclesia)
