Teresa de Lisieux, con tan solo 24 años, alcanzó la belleza de la unión con Dios. En su corta vida inauguró un “caminito” espiritual por medio del cual comprendió que la pequeñez y la humildad no son una bobería barata, ni un anestésico para nuestros exagerados aires de grandeza y de nuestras tan sobradas letras, sino que son un verdadero reto para andar en nuestra más desnuda verdad pues, como dirá «Jesús no necesita de libros ni de doctores para instruir a las almas. Él, doctor de doctores, enseña sin ruido de palabras. Jamás le he oído hablar; pero sé que está en mí. A cada instante, Él me guía y me inspira. En el momento preciso en que me hacen falta, percibo claridades hasta entonces desconocidas».
Toda su vida es un canto a las misericordias del Señor que se traduce en que «la confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor». Desafiante, más aún en el contexto actual de certezas absolutas, cálculos obsesivos y preocupaciones futuristas, donde exigimos pruebas, claridad y distinción en todo y en todos, inclusive en nuestra relación con Dios. Teresa entendió que «todo depende no del querer o del correr, sino de la misericordia de Dios» (Rm 9,16). Ella se supo completamente amada por el Señor; como nos lo recuerda el Papa Francisco en C’est la confiance «el Nombre de Jesús es continuamente ‘respirado’ por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento».
Al final de su vida padeció lo que llamó la gran “prueba contra la fe” en donde se vio “invadida por las más densas tinieblas” de la noche oscura, la desesperación, la desolación, la soledad, la duda, la turbación, el vacío y la nada. Sin embargo, la confianza en que «Él nos amó primero» (1Jn 4,19) no la defraudó, sino que la salvó y la condujo hacia la luz. Que, como santa Teresita, nuestro corazón se inflame de ardiente y sencilla caridad para con todos; que, en el corazón de nuestra madre la Iglesia, deseemos ser el amor. Que no derrochemos nuestra vida, ni perdamos nuestros perfumes en vano para que nuestro destino y cielo sea: ¡vivir de amor!
