Con numerosos ejemplos de situaciones del día a día con los que no podemos dejar de sentirnos identificados, el sacerdote francés Ludovic Frère nos invita a poner en práctica la virtud de la paciencia.
Comienza analizando las siete grandes causas de la impaciencia: el deseo de tener una vida más intensa, que la tecnología acrecienta, al no tener más esperanza que una vida limitada por la muerte; la reacción al aburrimiento, que supone no querer enfrentarse a la realidad; el deseo de control, al considerar que el tiempo es un bien que uno posee; el egocentrismo, que impide vivir al ritmo de los demás y del Espíritu al no querer renunciar al yo; la intolerancia ante los demás y sus defectos, a veces muy evidentes, que nos lleva a pensar que no tienen derecho a vivir como son e incluso a no ser indulgentes con nosotros mismos; el cansancio, que es experiencia de nuestras propias limitaciones y no debe llevarnos a sucumbir a un sentimiento de culpa; y el deseo de acabar con el sufrimiento prolongado y lo insoportable, que nos lleva a la desesperación.
A continuación, a través de las Escrituras nos descubre cómo es y cómo se manifiesta la paciencia de Dios en su dimensión trinitaria. El Antiguo Testamento es un canto a la paciencia divina. Después llega el tiempo presente, el de la venida del Salvador, que da sentido a todo nuestro tiempo. Y el Espíritu Santo es quien nos permite aceptar los ritmos de Dios.
Finalmente, tras proponer consejos o remedios contra la impaciencia, nos invita a abrirnos a la fecundidad de la espera planteando siete claves para una paciencia cristiana: la lucidez, tomar distancia, la alegría, acogerla como don, controlar los pensamientos, aceptar las propias limitaciones y fracasos, y la perseverancia.