Pido tregua.
A la aridez,
al miedo,
al dolor.
Tregua a lo que chupa por dentro,
hasta la última gota de sangre,
chispa del alma,
concavidad en los labios.
Tregua que no atisbo aquí,
completamente dentro,
en esta tierra donde somos todos del mismo bando,
y no sabemos desde dónde nos atacan.
Tregua que aparece como promesa al amanecer de cada día,
justo en el momento en que la luz gana espacio a la noche,
en el silencio de los todavía ausentes cuerpos dormidos.
Ahí, en el renovado comienzo,
donde todo parece nuevamente posible.
Seguimos caminando hacia ese tercer día,
donde la VIDA se abrió paso,
y la tregua fue definitiva.