—¿De verdad no crees en Dios? –preguntó sonriente y con suavidad Gross–.
—Creo que me he vuelto agnóstico.
—¿Qué es eso?
—Alguien que no está seguro de si Dios existe o no.
—No, no, no. Entonces, llámate ateo. Porque, ¿cómo puede nadie estar seguro de que Dios existe? Por tu definición, todos somos agnósticos. ¿Crees que yo tengo un conocimiento científico de Dios? ¿Puedo retroceder en el tiempo y estar allí cuando Dios habla a Israel o entrega los Mandamientos? Si pudiera hacerse esto, sólo habría una religión en el mundo; todos sabríamos qué grupo está en lo cierto.
—Pero los hombres suelen tomar partido por una u otra cosa.
—El hombre tiene que tomar una decisión. Acerca de Dios, tú no sabes, y yo no sé. Pero he tomado mi decisión a favor de Dios. Tú has tomado una decisión contra Él.
—No he tomado ninguna decisión –replicó Michael un poco hoscamente–. Por eso estoy aquí. Estoy lleno de preguntas. Quiero estudiar con usted.
El rabino Gross acarició los libros apilados sobre la mesa.
—Muchas grandes cosas están contenidas aquí –dijo–. Pero no se contiene la respuesta a tu pregunta. Los libros no pueden ayudarte a decidir. Primero, toma una decisión. Luego, estudiaremos.
Noah Gordon, El rabino