«Todo tiene un precio» es de esas expresiones que todos hemos usado en alguna ocasión, pero que en el fondo no sabemos muy bien qué significa. O mejor dicho, lo que queremos decir es otra cosa, pero que dicho en directo suena mal: «casi todo tiene un precio». Porque lo de ‘todo’ resulta muy fuerte. Quien más, quien menos, siente que hay cosas a las que no podría poner precio. O le provoca repelús pensar en un precio para la sonrisa de un amigo, el abrazo después de la espera impaciente o ese café tranquilo, contándonos despacio la vida que se nos pasa. Resulta duro ponerle precio a muchas circunstancias de nuestra vida, especialmente a las relaciones personales.

Esto del mundo del precio tiene su complejidad. Casi todos estamos acostumbrados al descuento, sería algo así como que en determinadas circunstancias estaría permitido rebajar nuestro nivel de compromiso, de responsabilidad en la vida. Son las pequeñas infidelidades, los fallos leves, que nos recuerdan que las cosas valiosas lo siguen siendo pero que a veces podemos relajarnos un poco.

Lo que supone una auténtica revolución del precio es lo del todo a 100. Es la tarifa plana y tirada de precio, es dar por bueno que las personas, nuestras relaciones, no merecen mucho de mi parte. Vivir como si el mundo fuera un todo a 100 no es sólo lo que hacen los países del norte en este globo terrestre, lo hacemos también en nuestra vida. Aprovecharme al máximo, y comprometerme lo mínimo.

El 2×1 es otra posibilidad. Siempre poniendo la mitad, y recibiendo el doble. Están en nuestras comunidades, en nuestros grupos, en nuestras familias, son los que siempre piden mucho más de lo que reciben. De los que arriesgan lo justito para no poder ponerlos en evidencia, porque ellos ya cumplen, pero que reciben siempre mucho, muchísimo más, de lo que ponen. Una modalidad más ajustada es el 3×2, aquí hay más concesiones para los otros pero se sigue ganando bastante. En el fondo es no darlo todo, ni siquiera dar como los otros (sembrando la discordia de que los demás tampoco lo dan todo); de lo que se trata aquí es de ganar siempre.

En esto del precio en la vida una de las fórmulas más curiosas es lo del gratis total. No debe ser tan gratis, quiero decir, que normalmente se espera que compres otra cosa, o hagas algo, pero la expresión es muy llamativa. Algo tendrá lo del gratis total que uno no termina de creérselo, cuesta aceptar que alguien pueda hacer algo sin esperar nada a cambio. Tanta generosidad nos molesta, nos hace sentirnos mal. Preferimos las cosas claras, saber quien nos da, cuanto vale y si podemos, devolver (pagar) lo mismo. Algo así como el precio justo. Ni deber, ni que nos deban. Todo medido, equilibrado.

Y sin embargo la frasecita sigue ahí, lo de que todo tiene un precio. Como esos topicazos insistentes que nos recuerdan que mantener relaciones no-dependientes o no-dominantes es muy complicado. Que es muy difícil vivirnos desprendidos, no tan pendientes de lo que nos deben, vivir sin reproches, sin desconfiar de los demás. En el fondo hablar del precio es hablar del valor. Y mientras el precio se expresa en euros el valor utiliza otras escalas: el tiempo, el cariño, la ternura, la justicia, el sacrificio o la paciencia. Así todo es valioso, cueste lo que cueste.

Te puede interesar