En el último partido de la selección en el mundial, ese que acabó en derrota, vimos mucho toque, mucho control de balón, pero con falta de definición, sin seguridad en el momento de tirar adelante y encarar la portería.

Ese contraste, entre toque y eficacia, entre movimiento y destino, lo ves clarísimo en ellos, sin darte cuenta de que quizá, en la vida podemos ser como la selección, y de que algo así también te puede pasar a ti.

Lo veo en los chavales que se plantean qué quieren ser verdaderamente. Lo han pensado muchas veces. Han calculado los pros y los contras. Pero sin llegar a encarar en serio su sueño personal. Muchos que se plantean su vocación se quedan, como España, dando vueltas y vueltas al área sin llegar a tirar. Al final, se dan cuenta de que es ahora o nunca, pero puede ser tarde.

Busca qué sueña Dios para ti y tírate de cabeza con seguridad. La vida es como el mundial. Tú decides si lo dejas pasar o si quieres ganar lo que en el fondo deseas. Hay que ir a por todas hasta el final. Pero no de manera simbólica. No. Si es verdadero y bueno. (Si es de Dios) Hay que ir adelante y atacar. Como hicimos en la final de Sudáfrica (2010), hay que seguir confiando a pesar de las patadas, del árbitro, del cansancio. Seguir apostando por el proyecto, por la promesa.

Porque así siguió Jesús, desviviéndose por su sueño que era el Reino, que era un amor sin medida, sin pedir nada a cambio… aunque se pusiera cuesta arriba… mantuvo la apuesta por el proyecto de Dios.

«Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar su obra a término» (Jn 4, 34) –decía–.

¿Cuál es el tuyo?

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