Te sigue faltando algo. No sabes qué es, pero esperas.
Y te has dado cuenta tú solito porque navegas, con ansia escondida, entre mil páginas de internet, porque se te hace insoportable una bandeja de entrada invadida por mails de publicidad y trabajo, y porque te parece que los canales a los que estás suscrito están de horas bajas. Encontrar tus sentimientos en 140 caracteres se hace cada día más difícil. Eres más exigente y no te basta con la sección de «lo más leído» en la página de noticias.
Tiene que haber algo que ponga en marcha tu corazón, piensas. Haces el esfuerzo de recordar, y descubres decepcionado que no te vale con el último anuncio que te emocionó. No basta, por lo menos no para ti. Quizás en otro momento de la vida pudo estar bien, pero buscas otra cosa…
Entre tanto desencanto, te das cuenta de que lo has vuelto a hacer. Has vuelto a poner puertas a un Dios que tiene mucho más que ver con una novedad auténtica, con algo nuevo que no termina a los tres minutos. Te has dado cuenta de que buscas y es una buena manera de volver a empezar, de volver a preguntar cuál es tu lugar en el mundo. Te toca sentarte tranquilo, hacer espacio, abrir el corazón lleno de dudas a lo que te rodea, a la buena noticia que es que Dios tenga un sueño para ti.
Sí, para ti.