Comenzaré confesando que estoy harto de que gente de más o menos mi generación (tengo 75 años), curas y no curas, me critiquen a los sacerdotes jóvenes “porque visten de sotana, fíjate…” Parece ser que, contra toda lógica, desearían que vistiesen como nosotros, pensasen como nosotros, hablasen como nosotros… como si nosotros fuéramos un dechado de coherencia y ejemplaridad, o más directamente como si pensáramos que somos mejores que ellos.
Viene todo esto a cuento de que hoy he visto uno de estos curas jóvenes que suelen vestir de sotana, manchado de barro de los pies al “alzacuello” colaborando con los jóvenes de su parroquia, pala en mano, quitando barro de las calles inundadas de Paiporta. Le conozco bien, pues le di Ejercicios en su primer año de seminarista y he mantenido el contacto con él hasta hoy. Sí: suele vestir de sotana y entraría de lleno dentro de la categoría de lo que llamamos, despectivamente, “curas jóvenes carcas”. También he de decir que él nunca me ha descalificado a mí y siempre me ha tratado con respecto y afecto.
La tragedia que estamos viviendo estos días en la provincia de Valencia va a obligar a replantear muchas cosas en todos los órdenes. Y quizá sería bueno aprovechar la ocasión para replantear también esto. Lo importante no es cómo se viste, sino cómo se vive el Evangelio en medio del sufrimiento humano. Y eso da igual que sea con sotana o con vaqueros.