Hasta la saciedad hemos dicho que las tensiones, a menudo, son necesarias. No en exceso, pues pueden llevar a que algo se quiebre… pero en el extremo opuesto, si falta algo de tensión nos podemos encontrar con flojera o falta de brío. En las próximas semanas iremos desplegando una serie de reflexiones sobre algunas de las tensiones que se dan en la pastoral con jóvenes. Se trata de conflictos de algún modo necesarios. Equilibrios que piden que ambos extremos estén presentes, generando entre ellos una necesaria búsqueda de respuesta. Muchas de estas tensiones son familiares y están a la orden del día: entre la novedad y el siempre se ha hecho así; entre la traducción y la fidelidad a lo original; entre explicarlo todo tanto que mates el misterio y tenerlo todo como tan misterioso que resulte ajeno; entre la explicitación necesaria del evangelio y el anuncio implícito en contextos secularizados. Y así otras muchas polaridades.

Ojalá las tensiones no sean fuente de enfrentamiento ni descalificación, sino de una sana búsqueda de fidelidad creativa. Y ojalá quienes se inclinan por algunos de los extremos en determinados binomios, no lo hagan desde la soberbia actitud de creerse en posesión de la única verdad, sino desde el intento humilde de acertar, sabiendo que otras miradas también tienen sus motivos y sus horizontes.

 

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