Si el siglo XVIII es considerado el Siglo de las Luces, lo que llevamos de siglo XXI podríamos denominarlo Siglo de las Tinieblas, pues en solo dos décadas se han producido grandes masacres terroristas, una enorme crisis financiera y una crisis sanitaria que va camino de cambiar el paradigma de la vida en sociedad.

Sin embargo, frente a esta oscuridad, cada día más vengo oyendo la necesidad de trabajarse uno mismo para ser seres de luz, aquellas personas que, a través de nuevos estilos de vida más en sintonía con la naturaleza, brillan con luz propia. Meditando sobre esa idea escuché al sacerdote capuchino Miguel Ángel Cabodevilla, hablando de ser «seres traslúcidos», lo cual me pareció una metáfora mejor para denominar a ese ideal latente en nuestra sociedad. No en vano la Luz ya existe desde el principio, así lo expresa bellamente Juan en el comienzo de su evangelio, y el resto no somos luz sino testigos de esa Luz, y por tanto seres que deberíamos translucir esa Luz eterna en nuestro actuar cotidiano.

Seres traslúcidos han existido y existen desde siempre, es una realidad que celebramos cada vez que acudimos a nuestro santoral inabarcable. Pero también son seres traslúcidos esos otros que recordamos a diario, aún más si cabe el Día de Difuntos, seres que han dejado pasar la Luz a nuestra vida y nos han impreso una huella indeleble.

De hecho, ser traslúcido podríamos considerarlo lo más fácil, estamos hechos por y desde el Amor, que es Luz, aunque tantas veces podemos quedar opacados cuando impera en nuestro interior el egocentrismo, la envidia, el odio o incluso el miedo, que nos atenaza y bloquea.

Seguramente no podremos ser traslúcidos siempre y en todo momento, la perfección no es un estado sino un ideal por el que trabajar, pero es que tampoco es necesario. La propia naturaleza nos muestra que el sol, aunque es una esfera que brilla siempre, solo llega a nosotros unas horas al día. Tiene sus días grises, sus estaciones y su noche oscura, incluso hay eclipses esporádicos.

Pero sí que podemos ser traslúcidos la mayor parte del tiempo, llevar la Luz que brilla desde la eternidad y hacerla brillar en la oscuridad que a veces nos rodea. !Qué buena meta sería convertir también el siglo XXI en el de la Luz, y revertir la oscuridad que ahora nos embarga! Todo depende de en qué invirtamos nuestros amaneceres, nuestros mediodías y los atardeceres, ya descansaremos cuando caiga la noche, seamos traslúcidos, mostremos la Luz.

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