Exposición del Santísimo y canto
Llega de nuevo el Adviento, Señor. Aunque en la mayoría de los ambientes, de las calles, de los escaparates y en algunas de las casas, todo se ha adornado ya de Navidad. Pero los cristianos sabemos que antes de llegar a tu nacimiento es necesario preparar nuestro corazón, para poder así abrirnos a la gracia que tú quieres regalarnos. Por eso, en esta oración en la que meditaremos las lecturas del primer domingo de Adviento, te pedimos nos concedas no vivir distraídos por tanto brillo como nos rodea. Sino que, a lo largo de estas cuatro semanas nos vayas introduciendo desde la virtud de la esperanza, en la grandeza del misterio de tu venida a nuestras vidas.
Canto
Del evangelio según san Lucas 21, 25-28, 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida. Tus palabras Señor son tan actuales que pareciera que las hubieras pronunciado al contemplar nuestro mundo, nuestra sociedad, y también mi vida. Porque lo cierto es que son muchas las veces en las que mi corazón se encuentra embotado, obstruido o distraído con tantas y tantas cosas. A veces son juergas en las que busco el placer y el disfrute a toda costa, sin pensar en celebrar con los demás, sino solo en mi mismo. No son solo fiestas, sino que también hay muchas situaciones y hábitos de mi vida que me encierran en una búsqueda caprichosa que ni me sacia a mí, ni deja espacio para ti. Otras veces son borracheras con las que busco evadirme de la monotonía, los problemas, o los sinsabores y ansiedades de mi vida. No son necesariamente de alcohol, sino que también me emborracho del uso del móvil, de compras, de comida y de tantas realidades que me abstraen de la realidad que no quiero ver o de las preguntas que no quiero ni hacerme ni responder. Y, por supuesto, las inquietudes de la vida. Esas cosas que me preocupan pero no me ocupan. Lo que no me deja dormir o vivir desde tu paz. Lo que me frustra, inquieta y da miedo. Tantas cosas a las que sé que no debería de dar tanta importancia, pero que embotan mi corazón. En esta oración Señor, a las puertas del Adviento, te pido que me ayudes a conocer todo esto que ocurre en mi interior, para poder así con tu ayuda lanzarlo.
Canto
Estad, pues, despiertos en todo tiempo. Pasar un día con sueño es muy desagradable. Esa sensación de que las fuerzas no te acompañan y se te cierran los ojos en cada momento. De que quisieras poder hacer las cosas, atender a lo que se te dice, pero no eres capaz de mantenerte a tono. En la vida espiritual nos pasa muchas veces eso. No estamos despiertos. No somos capaces de mantener la atención ni de estar centrados en lo único que importa: Dios. A veces vivo así, como embotado por el sueño y el letargo de todo lo que me rodea. Sin poder centrarme, sin ser consciente de que estás pasando a mi lado o susurrándome al oído. Soy consciente de que ha habido años en los que mi preparación para la Navidad ha sido más externa que interna. Me he dejado llevar por los reclamos que me distraen y aletargan, en lugar de estar en vela procurando centrarme en ti y en tu venida a mi vida. Te pido Señor que me ayudes a vivir despierto este Adviento desde su inicio hasta su fin. A adentrarme en él con los ojos bien abiertos. Con esos ojos despiertos con los que la Virgen y San José te miraron en aquella primera noche de Navidad de la historia, después de haberse preparado internamente, en su corazón, durante los nueve meses que duró su Adviento. Ayúdame Jesús a estar alerta. Despiértame si es necesario. No quiero que nada ni nadie me robe este año tu Adviento.
Canto, bendición reserva y canto a María