Anhelos
«Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo. Mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua».
Hay veces en que la sed -de vida- es cotidiana. Una apetencia normal, que se atiende naturalmente, casi con rutina. Pero otras veces es atroz. Y no encuentro respuesta ni nada que la colme. Entonces me siento peregrino en el desierto. Me pesan los silencios, y anhelo amor. Me vencen las heridas, y quiero humanidad. Me asusta la soledad, y espero encuentro. Me agobia el vacío, y ambiciono sentido. Me atrapa el vértigo de la actividad incensante, y añoro un poco de paz. Me abruma el mundo, y ansío hogar. Me asalta Tu distancia, y llamo: “¡Dios!”.
- ¿Cuáles son mis anhelos más profundos?
- ¿Qué quiero en la vida?
- ¿Qué me genera más deseo, inquietud, sueño?
En la mirada
Cuando el instante mismo se diluye
en su propia amargura
y ya no queda
cielo de qué color, nube
a qué rumbo,
toda la pena salta a la mirada,
la incertidumbre salta a la mirada,
la soledad sin nombre a la mirada,
la desnuda tristeza a la mirada,
y el asombro también, todo el asombro,
el cansancio del mundo, la agonía
de no saber por qué ni en qué camino
estamos,
llueve,
llueve
dolor y más dolor en la mirada,
¡qué preguntas sin fin, a qué la vida
para tanto morir, en la mirada!
Se inunda de neblina la mirada
y no encuentra sosiego ni respuesta
a tanto desamor que amarga el mundo.
Y cuando el llanto llena los aljibes,
se deshojan los ojos...
desbordados.
(Antonia Alvarez)
