Dios risueño
«El es nuestra ayuda y nuestro escudo pues en Él se regocija nuestro corazón» (Sal 33)
¿Alguna vez has visto el Cristo de Javier? ¿No es impresionante? ¿Podemos imaginar a un Dios que ríe? Sí. Al menos tanto como nos resulta evidente decir que Dios debe llorar con el dolor de sus hijos. Pues, del mismo modo, seguramente sonríe –a la manera en que sonría Dios–. Sonríe con la vida que crece. Con las pequeñas victorias de nuestros días. Con las historias de amor auténtico. Con las oraciones limpias de los críos. Con cada gesto en el que los seres humanos damos un paso hacia su encuentro.
¿Te imaginas a un Dios alegre? ¿Te atreves a pensar en cómo ha de ser la risa de Dios?
Destristeando a la gente
Resulta que la angustia,
el aburrimiento,
la mala leche y la tristeza,
se contagian tanto como la lepra.
Y en vista
de que llevo más de medio siglo,
destristeando a este hospital de locos
que andan sueltos,
con fecha de hoy he solicitado el cese,
–por prescripción facultativa–,
al aparecer en mí
ciertos síntomas de contagio.
(Gloria Fuertes)
