Detenerse
«Escúchame esto, Job. Detente y fíjate en las maravillas de Dios» (Job 37, 14)
Pensar por un rato en lo que uno ha hecho. En las conversaciones mantenidas. En los rostros contemplados. En las palabras dichas. En los aciertos y en los errores. En los compromisos adquiridos. En las caricias dadas y en las olvidadas. En las risas y llantos de ahora y de entonces. En los exabruptos contenidos, y en los pronunciados. Detenerse en silencio, sin la urgencia del siguiente paso, la próxima cita, el nuevo encuentro… y preguntarse: ¿qué queda de lo dicho y lo oído? ¿Qué aprendí de los errores y los aciertos? ¿Dónde está la marca de las caricias? ¿A dónde me han llevado los compromisos? ¿Qué puentes se han tendido, y qué caminos se han cerrado? ¿Qué huella ha quedado, indeleble, en algún camino?
¿Cuándo fue la última vez que frenaste conscientemente, para descansar, o examinar la vida, o disfrutar de las cosas para las que normalmente no tienes tiempo?
Tengo tanto sentimiento
Tengo tanto sentimiento
que es frecuente persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es pensamiento
que yo no sentí al final.
Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está dividida
entre la cierta y la errada.
Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.
Fernando Pessoa
