Quiero construirme un amor que sea sólido. Un amor que busque más el dar que el recibir. Un amor, a veces, de guerrilla y otras, de andar por casa. Un amor que hable el idioma de los que, en medio de sus ajetreadas vidas, piensan que siempre hay espacio para la ternura. Un amor que no se mira a sí mismo, sino que sale al encuentro, buscando llenar el corazón de muchos más nombres que el propio.
Me gustaría vivir en un amor que sea profundo, que crezca con todo, incluso con los fracasos, los malos humores y los días que pasan sin más. Un amor que tenga una de cal y una de arena o, si se prefiere, una de alegría y una de cruz. Un amor de duración y no de sustitución. Un amor de todos los días, que se alimente de la conversación profunda sobre las cosas de la vida que más importan. Un amor que ponga las cosas fáciles.
Quiero un amor que sea más que un sentimiento. Quiero que sea una decisión que no dependa del fuego de la pasión inicial, sino que mire a la historia vivida y compartida, celebrando los aciertos y aprendiendo de los errores. Un amor que se reconfigura y se adapta a las siempre cambiantes circunstancias de la vida, sin perder la esencia ni olvidar los motivos. Se trata de un amor que tiene sentido, pero que a la vez es pasión y entrega.
Sueño con un amor sin seguro ni cerrojo, donde cada día se viva con la pasión del que sabe que puede ser el último y que, precisamente gracias a eso, no trate de custodiar nada para sí. Un amor sin celo ni recelo, que se da, se parte y se reparte… como hiciste Tú, con tu cuerpo y tu sangre. No diré un amor sin miedo, pues eso es imposible… pero sí diré un amor con deseos y sueños mucho más grandes que el miedo. Un amor que elige libremente adentrarse hasta el final.
No busco un amor perfecto. Solo quiero un amor que hable de Ti y de tu Buena Noticia. Un amor que camine hacia Ti y te tenga presente en cada mirada, cada caricia e, incluso, cada reproche, pues Tú nos has regalado la alegría del amor y a Ti ha de regresar. Un amor que confíe, se ampare y se base en Ti.