Trabajar en pastoral, o ser catequista, tiene mucho de profesión de riesgo. Uno “pelea” con la propia estructura, con uno mismo, con sus compañeros y con demasiadas distracciones, de tal manera que al final la fe siempre se convierte en la última de las prioridades para los alumnos, para las familias y para algunos de los compañeros. Y está claro que no puede verse como una imposición, pues las letras con sangre no entran… Por ello, está siempre el deseo de proponer la oferta pastoral como algo atractivo, pero aquí puede surgir justamente una trampa.

Que las propuestas sean atractivas, no significa que el criterio sea solo lo atractivo, de tal forma que se acabe consintiendo todo, porque si no no vienen… Es decir, no se trata de hacer una propuesta atractiva porque sí, para que vengan y llenemos números, consiste en que toda propuesta -preferiblemente atractiva, obviamente-, tenga un sentido y esté inserta en un proyecto pastoral y educativo. De lo contrario, acabaremos ofertando cosas como pollo sin cabeza y consintiendo a los chicos para que hagan la religión a su medida, de tal forma que el día de mañana no cuidarán su fe estén donde estén ni habrán madurado mucho.

El papa Francisco recuerda que “no se trata de ocupar espacios, sino de generar procesos”. La idea no pasa por hacer una pastoral de catacumbas, solo para unos pocos -pues como cristianos debemos aspirar a “todos, todos y todos”-, quizás el objetivo está en preguntarnos qué idea tenemos de fondo y no perder así la dinámica temporal y comunitaria que haga que toda actividad se pueda consolidar en el tiempo, y en una estructura -que es la Iglesia-.

Descubre la serie Tensiones de la pastoral

Te puede interesar