Hay que hablar de Dios a los jóvenes. Pero, ¿cómo hacerlo si sólo con escuchar la palabra prohibida –«Dios»– les sale urticaria?

En épocas anteriores se hacía a la fuerza. Como cuando no te gustaban las lentejas y tu madre te obligaba a tomártelas al día siguiente para desayunar. Hoy en día esa opción es impensable. Pero la alternativa no es mucho mejor. En vez de obligar al adolescente a tomarse las lentejas al día siguiente, se las trituramos y convertimos en un apetitoso puré mezclado con un montón de ingredientes más con los que sabemos que lo tendremos en el bote. Lentejas camufladas. ¡Misión cumplida!

Ahora traduzcamos la metáfora culinaria al ámbito religioso. Hace años, hablar de Dios a los jóvenes era una obligación, una asignatura más del colegio. Y ojo con que alguien no quisiera escuchar lo que de Dios se tenía que decir. Hoy en día nos da tanto apuro hablar de Dios que lo mezclamos con lo que sea con tal de que no noten que, en realidad, estamos hablando (susurrando, más bien) de Dios.

¿En qué Dios creemos si para hablar de Él sólo cabe la imposición o el camuflaje?

Las lentejas son buenas, muy buenas. Es un plato completo, equilibrado, rico e ideal para días fríos. Puede que su sabor resulte un poco fuerte para quien las toma por primera vez (también es fuerte seguir a un Dios que nació en un pesebre y murió en una cruz). Pero igual que al adolescente llega el día en que toca explicarle que las lentejas son buenas y necesarias y se le explica con naturalidad y sinceridad, también cuando hacemos pastoral debemos ser honestos y transparentes.

Dios no es Yoga, ni Mindfulness, ni Energía Positiva. Ser cristiano no es formar parte de una ONG, ni afiliarse a un sindicato. «Cristiano» viene de Cristo, y Cristo es el Hijo de Dios que descendió del Cielo para asumir nuestra condición y pasar por la vida amando hasta el extremo. Y a quien eso no le guste, que no mire. Pero en un mundo lleno de odio y rivalidad, no encuentro motivos por los que no nos debería gustar mirar al que sólo vino reclamando la paz y el amor.

 

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