Bajo el título de Diversa Cofradía de la Santísima Igualdad y el Divino Respeto, la asociación Valladolid Diversa ha convocado una ‘procesión’ el próximo sábado. Sus organizadores afirman que entre sus objetivos no están ni el herir los sentimientos ni las creencias de nadie, sino simplemente pedir igualdad y respeto, denunciando la incitación al odio de ciertos sectores de la Iglesia.

Personalmente pienso que, si su intención es la de ser respetuosos con los demás, el hecho de desfilar con capuchones arcoiris, portando un ‘paso’ reivindicativo, no es demasiado acertado. Imaginemos por un momento lo que pasaría si, durante los días del Orgullo Gay, se anunciara una procesión católica que, sin ánimo de ofender, recorriera las calles de Chueca rociando con agua bendita e incienso a los participantes en la fiesta. Se montaría otro gran follón mediático que provocaría enfrentamientos y sufrimientos innecesarios. Creo que, como siempre, el quid de la cuestión no se encuentra ahí, sino en el trasfondo que su carcasa esconde. Este tipo de noticias se plantean como reivindicación, buscando llamar la atención de unos y de otros, provocar discusiones y remover inercias, pero al final terminan abriendo o reabriendo heridas en muchas personas.

Para mí las procesiones son muy importantes, han acompañado mi fe desde la infancia y también hoy las vivo con devoción y fe profunda. Soy católico. Tengo amigos homosexuales que se sienten dolidos con la Iglesia. Tengo amigos católicos que no respetan a las personas homosexuales. Tengo amigos homosexuales que viven su fe en la Iglesia. Y amigos católicos que respetan con absoluta delicadeza la realidad de las personas homosexuales. Y, por todo eso, creo que el camino de la confrontación y la provocación solo genera abismos.

En mi opinión, creo que como sociedad nos falta mucha madurez. Esto lo demostramos en el modo con el que vivimos muchas de las situaciones de tensión en las que nos encontramos en nuestra vida. Creo que hemos de aprender a asumir pacíficamente y sin escandalizarnos que, durante los días de la Semana Santa, son muchas las personas homosexuales que participan en las procesiones, tanto saliendo en ellas como viéndolas por las calles. Y también, que entre los cristianos homosexuales, hay muchos que luchan por ser tratados con igualdad y naturalidad, sin hacer demasiado ruido, e incluso participan en alguna celebración organizada por su colectivo con motivo del día del Orgullo Gay. Quizás todos deberíamos tratar de entender y respetar lo que es importante para ‘los otros’, sean los que sean. Este tipo de actitudes inclusivas y silenciosas, ayudan mucho más a madurar como sociedad que las provocaciones  en las que, desde un lado o desde el otro, se nos pretende hacer caer.

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