Con la cumbre del clima en Madrid volvemos a hacernos conscientes de la importancia del cuidado del planeta, y ya son varias. A pesar de las diferentes velocidades en cuanto a concienciación –aquí los jóvenes nos ganan con diferencia–, se subraya cada vez más la certeza de que no es solo un problema medioambiental. Desgraciadamente noticias y catástrofes no lo recuerdan a diario. Porque lo ecológico tiene que ver con lo social, y lo social con lo democrático, y lo democrático con lo económico, lo económico con lo cultural, y así una larga lista que demuestra que nuestro mundo es complejo y simple al mismo tiempo, porque el mal está interconectado, y es tan rápido y sigiloso como la imaginación y la ambición humana.

Pero de la misma forma que muchos males están interrelacionados, no podemos negar que también hay muchas personas e instituciones colaborando codo con codo. Son las oenegés que crean redes de ayuda global, las multinacionales y empresas que promueven un desarrollo sostenible –que algunas existen–, las organizaciones de estados que asisten rápida y generosamente, las tecnologías que mueven información, cultura e ideas de forma sana, honesta y equilibrada, los movimientos sociales que dan voz a muchas causas y así un sinfín de grandes proyectos y personas que siguen creyendo en una humanidad buena y generosa.

Y en medio de este mundo roto: ¿por qué no seguir soñando con una Iglesia que busca trascender las fronteras e ideologías y ser fiel a su vocación universal? ¿Por qué no cristianos que tengan en su horizonte vital la salvación del ser humano? ¿Por qué no creer en una Iglesia que quiere ser luz en un mundo que parece estar cada vez más perdido? ¿Por qué no cristianos capaces de dar un paso adelante, vivir de otra manera y comprometerse política y socialmente? ¿Por qué no confiar en un papa que es vanguardia en la preocupación por los pobres y por la Creación? ¿Por qué no seguir apostando por las personas y seguir creyendo en la bondad de este mundo? Porque por muchas veces que se nos olvide, precisamente los cristianos seguimos teniendo motivos para la esperanza y una gran causa por la que luchar.

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