Conozco mucha gente que se avergonzaría infinitamente si su familia viese las conversaciones de su móvil. No hace falta pensar mal ni exagerar, y es verdad que todos tenemos necesidad de intimidad y confianza en algunas conversaciones. Seguro que tampoco tú te tienes que romper la cabeza para encontrar casos parecidos. Pero ¿no hay mucho que se dice a la espalda que en realidad debería no decirse nunca? Cómo cambiarían las cosas si actuáramos pensando que todo puede ser público, que lo privado no significa que esté bien, o que quizás nuestras palabras pueden hacer daño, aun en lo escondido. Porque quizás aquello que no mostramos es porque realmente sabemos que no está bien y nos va haciendo daño poco a poco.

Por qué no intentar mirar, tocar, hablar o actuar al modo de Jesús. En lo público pero también en lo oculto. Sin mentiras ni fachadas. No significa que lo consigamos siempre o que seamos perfectos, sino que intentemos sacar nuestra mejor versión en todas las partes de nuestra vida.

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