¿Cuántas veces los cristianos tenemos que escuchar un montón de críticas injustas? ¿En cuántas ocasiones los “artistas” o los medios de comunicación utilizan a las personas de Iglesia para sacar lo más zafio del hombre o para hacer política barata? ¿Por qué los religiosos tenemos que escuchar cómo nuestra vida es simplificada y reducida a tópicos de forma cruel y humillante? Me duele, me cuestiona y me humilla.

A veces uno no sabe qué hacer con esta indignación. A ratos pienso que es mejor enfadarse y responder incansablemente con argumentos en un partido de tenis que nadie dará por perdido. Sin embargo, otra parte me dice que es mejor sacar el paraguas y aguantar el chaparrón sabiendo que este tipo de lluvia nunca cesará y no conviene perder ánimo y energías en combates inútiles.

Quizás antes de cabrearse o de abrir el paraguas ante tanta lluvia conviene reflexionar sobre cómo nos expresamos los cristianos. Es preguntarse si cada vez que escribimos o hablamos en cualquier foro disparamos con fuego o queremos tender puentes. Es cuestionarse si cada vez que hablamos y respondemos lo hacemos desde la ternura y no desde el rencor. Es plantearse primero si cada vez que rezamos el “Padre Nuestro” incluimos en ese nosotros a los pobres, a los rotos y, quizás lo más duro, a los que no piensan como nosotros.

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PastoralSJ
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