Hoy me rindo a darte las gracias.
Gracias por mostrarme que nuestro todo eres Tú.
Tú sosteniéndonos en el sufrimiento
y llamándonos constantemente
a la reconciliación.
Tú sencillo y cotidiano
y no por ello menos entregado.
Siempre Tú,
hasta los rincones más oscuros de mi propio engaño.
Gracias por entrar a avivar las brasas,
aun cuando estoy a puerta cerrada.