Dame, Señor, valentía para exponerme,
flexibilidad para tambalearme y fortaleza para no caer.
Dame, Señor, un corazón que se estire y una piel sensible,
Unos ojos despiertos y oídos atentos
para no ser sordo a tu paso silencioso.
Dame, Señor, sorpresas, muchas sorpresas,
para que nunca me apoltrone en el cómodo sillón
de mis inocuas seguridades.
Y si algún día pienso que lo sé todo
o creo hacer pie por los mares de mi alma,
ponme de nuevo ante el abismo del no saber
para que así recuerde, un día más,
que eres el Dios de las sorpresas insondables.