Nos movemos entre el algo y el todo. Parece que siempre buscando más. Y, sin embargo, hay una preciosa tensión entre el nada y el todo, ambos muy evangélicos. No pretender nada, dar a cambio de nada; nada te turbe… He ahí formas de vaciamiento evangélico. Y, al tiempo, hay un todo que es lo que nos llamas a vivir y a dar. Hacerse nada, para tenerlo todo. Curiosa tensión evangélica.