¿Qué mejor regalo en este tiempo de regalos? La respuesta de Dios a nuestros anhelos y su luz frente a las oscuridades que a veces nos asaltan. El que sana las heridas y ahuyenta los malos humores. El que va a enseñarnos a amar. Eso es lo que celebramos en Navidad. Si ahora escuchamos ese grito con el que, hace unas semanas, arrancaba el adviento «Vamos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación», ya podemos mirar a ese Dios niño y tratar de comprender en qué consiste esa liberación. Romper las cadenas y la lógica del poder, para mostrarse, todo vulnerable, en la noche fría. Y desde ahí, transformar el mundo.