Hay quien parece pensar que vivir la fe es liarse un pesado fardo de compromisos, responsabilidades y renuncias… Como que el mejor ejemplo de todo esto fuera “el joven rico”, que se marchó triste porque tenía muchas cosas… ¡Qué va! Es que ese no se enteró de qué iba la cosa. Lo importante es el “sí”. Es tanto como uno abraza, descubre y celebra. Porque acoger el evangelio supone lanzarse a vivir, y uno lo hace porque, de algún modo, comprende que en la vida solo podemos avanzar con paso ligero y corazón alegre si algo nos seduce, nos apasiona e ilumina nuestro camino. De esto se trata…