Ir de adentro hacia fuera de uno mismo no siempre es fácil. Requiere un trabajo y un tiempo especialmente dedicados a ahondar en aquello que está ahí dentro… y mucha confianza.
En ocasiones sólo Dios puede hacerlo. Otras, serán los demás quienes lo provoquen, y permitan hacer salir finalmente lo mejor de nosotros mismos. Es el mayor ejercicio de humildad, de paciencia… es también un ejercicio de amor.