Gregorio Fernández, el gran escultor del barroco castellano se enfrentó al reto de representar a Santa Teresa de Jesús poco después de que ésta fuera canonizada. Por eso es para muchos el creador de su iconografía particular, con la que hoy se la reconoce en la iconografía cristiana. Una monja con un rostro hermoso, en ocasiones ya acentuado por los años, que conjuga perfectamente la delicadeza y la profundidad de su vida mística y contemplativa, con la fuerza, energía y el tesón de su carácter de reformadora y fundadora. Una representación de energía y devoción castellana que, ciertamente invita a conocer a esta extraordinaria mujer a través de su vida y sus escritos.
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