Visitar el pórtico de la colegiata de Toro es asomarse a un evangelio esculpido en piedra y color. Su policromía, sorprendentemente conservada, invita a contemplar el Juicio Final como un relato vivo de fe y esperanza. Cada figura parece hablar al corazón del visitante. Es un lugar donde el arte se vuelve oración, y el tiempo se detiene. Allí uno comprende que la belleza también puede ser un camino hacia Dios.



