La mano derecha levantada como un símbolo de la voz a Ti debida. El ‘Gran profeta’ de Pablo Gargallo, que puede visitarse en el Museo Reina Sofía, está hecho de acero y de viento. El acero le da consistencia y el viento lo impulsa para que su voz llegue hasta nosotros, la gran admonición que intuimos al contemplar ambas manos por encima de su posición natural. 

El profeta no habla por sí mismo, sino por otro, con boca prestada, que vemos perfectamente abierta en el rostro del personaje. Es el eco que rebota por dentro en los huecos y las aristas con los que lo esculpió el artista hace casi un siglo. Tiene la capacidad de hacernos llegar un mensaje transparentado, que no se queda traspapelado en las entretelas del alma porque el profeta está hecho de vacío, de soplo espiritual que lo empuja y no lo arrebata porque los dos enormes pies están bien asentados sobre el suelo. 

¿Qué profeta sería? ¿Acaso Jeremías clamando en el exilio, puede que Isaías anticipando al varón de dolores, quizá Abdías anunciando la inminencia del día de Yahvé? ¿No será más bien un profeta coetáneo denunciando tantas estructuras de pecado en nuestra sociedad actual?

Año

1933

Autor

Pablo Gargallo

Localización

Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía

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