«Dios me dio el don de saber jugar al fútbol –porque realmente es solo un regalo de Dios– mi padre me enseñó a usarlo, me enseñó la importancia de estar siempre listo y entrenado…». Estas palabras las pronunció un futbolista brasileño cuyo nombre era Edson Arantes do Nascimento, pero todo el mundo lo conocía como Pelé. Decía también que, reconociendo el don recibido, no apropiándose de él y no creerse el mejor, eran las claves que le habían ayudado a llegar hasta donde había llegado.
Pero ¿qué podríamos destacar de un futbolista al que muchos de los jóvenes de hoy en día no han visto en activo? Por encima de los 1283 goles en toda su carrera o de ser tres veces campeón del mundo con la selección brasileña, cosas muy difíciles de conseguir y francamente admirables, destaco una serie de virtudes que tejen el deporte y la vida espiritual, que conectan, directamente, la fe y el deporte.
Pelé nos enseñó que para practicar el deporte y hacerlo de una manera tan extraordinaria, hay que cuidar el cuerpo. El cuerpo es el templo de Dios, como nos dijo san Pablo, es la sede del alma y para poder desarrollar nuestros dones necesitamos cuidarlo sin hacerlo base de experimentos químicos, ni cultos extraños como si fuese una figura griega. El cuerpo no deja de ser el vehículo para poder entregar los dones recibidos. Lo hemos recibido y lo damos.
Pelé nos enseñó la importancia de la disciplina. Ser constante en los buenos y malos momentos. No tirar lo toalla, «ni hacer mudanzas» ante desolaciones fruto de malos entrenamientos o partidos con derrotas. Seguir trabajando cada día para mejorar el don y dar lo mejor de uno mismo.
Pelé nos enseñó la importancia del respeto al rival. Se puede ganar con solvencia (como lo hizo con el Santos –equipo brasileño– o las selecciones brasileñas con las que consiguió tres mundiales) pero siempre, al finalizar el partido, saludaba a cada uno de los contrincantes, se fundía en un abrazo reconociendo que, gracias al adversario, él cada día era un poquito mejor.
Pelé nos enseñó la importancia de ser creativo. Son muchas las jugadas que «inventó» Pelé. Detalles técnicos que nunca se habían visto y es que, cuando nos abrimos a la novedad y tenemos los ojos y oídos despiertos a lo que Dios nos quiera presentar, se abren múltiples posibilidades. La creatividad es otro don con el que Pelé dibujó los terrenos de juego.
Seguramente no todo sea idílico porque somos seres limitados y pecadores, pero ahora el recuerdo agradecido me trae a la memoria tantas caras sonrientes ante los goles o las genialidades de Pele, O Rei do futebol. Si, por un momento, el don que recibió de Dios ayudó a la gente a olvidar sus dolores y penas para ser más feliz, merecieron la pena el esfuerzo, el sacrificio y la entrega.