Ni la sentencia del procés, de la exhumación de Franco, del Brexit, de los resultados de la última jornada de Liga o del Sínodo Amazónico. Tampoco del adelanto electoral, la última ocurrencia de Trump o el paracaidista. Hoy no quiero dar opinión, ni me apetece hacer una análisis sesudo de mi realidad, ni siquiera creo que abra el periódico o encienda la tele.

Hay días en los que me siento así. No desganado o desinteresado. Simplemente sin ánimos para tener una palabra que decir al mundo. También hay días que me pasa lo contrario. Que creo que todos tienen que conocer mis reflexiones y mi punto de vista sobre cualquier asunto. Pero hoy no es de esos días. Hoy es de los días en que prefiero contemplar las vías, ver cómo vienen y van los trenes a subirme al de los que hablan. Hoy sacaría billete en el vagón silencio.

Y creo que es legítimo. Hay semanas, como esta, en la que estamos asediados de opiniones, análisis, sermones, últimas horas y comunicados de reacciones. Una semana en la que el silencio ni siquiera es una opción viable y sigue siendo interpretado en favor o en contra de la postura que sea. Cuando eso pasa, es síntoma de que el silencio es más necesario que nunca.

No es el silencio del sabio que mira por encima del hombro y decide no hablar porque los otros no le comprenderán. Tampoco el de quien teme no ser tomado en serio o cree que su opinión será malinterpretada o le traerá problemas. No hablo de un silencio arrogante o cobarde. Hablo del silencio como opción, de la consciencia de que no se puede estar en todos los frentes abiertos a un mismo tiempo, de la certeza de que no se tiene por qué hablar de cualquier tema. El silencio de quien asume que su capacidad de responder es limitada y prefiere no gastar energía discutiendo y opta por gastarla en aprender, escuchar y contemplar.

No tengo nada que decir, no creo que pueda aportar lo que el debate necesita. Creo que mi aportación principal será no hacer más ruido, no generar más estímulos, no provocar más reacciones. Simplemente callar y leer, escuchar. O mejor aún, hacer silencio interior y despejar la cabeza. También es una opción válida. Incluso necesaria.

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