Muchacha, que piensas que no hay problema si el príncipe azul es un poco controlador. Te dices que es una señal de amor esto suyo. Que sí, que es verdad que se pone celoso cuando te ve hablando con otros chicos, y entonces te castiga con un silencio displicente, que se convierte en bronca cuando al fin estáis solos. Pero eso es porque te quiere. Te dices que si te controla el WhatsApp es porque se preocupa por ti. Te preocupa tanto cómo reaccione a lo que pongas en Instagram que te vas amoldando a sus gustos sobre ti. Él decide a quién sigues o a quién no puedes seguir. Y se molesta cuando otros chicos te dan likes. Le aceptas prohibiciones que no tolerarías a tus padres, porque que él te diga lo que puedes ponerte es normal. O al menos tolerable. «Él es así», parece ser una conclusión que, aunque no te hace feliz, te evita comerte la cabeza. Te aferras a los momentos buenos, porque también los hay. A los instantes en que se vuelve romántico, a sus palabras de amor, a esas ocasiones en que te dice que eres única, que eres preciosa, que eres ¿suya? Y te enfadas cuando alguna de tus amigas te intenta hacer ver que esto vuestro no es normal. A ella le reprochas todo lo que con él no te atreves. O le dices que también tú lo controlas a él -y a lo mejor es cierto-. Nadie entiende esto vuestro, ¿verdad?

Te vas poniendo líneas rojas. «Esto no se lo toleraré», pero al final también «eso» se lo toleras. Y quizás algún día descubres que ya no sabes si callas por convicción o por miedo. Y que a veces la intimidad se ha convertido en una forma de calmarle, aunque no te apetezca. Porque has empezado a temer sus estallidos, sus malas caras, sus exigencias. «Nunca me ha pegado», te convences. Quizás no te ha dado una paliza. Pero no pienses que la primera vez que te tiró algún objeto, o que golpeó la mesa con fuerza para demostrar quién manda, el primer empujón, el primer zarandeo, o la primera vez que te agarró la cara con fuerza mientras te decía que eres una gilipollas va a ser lo más violento de vuestra historia.

Perdóname que te lo diga así. No te quiere. O no te quiere bien. Porque a quien quieres le respetas. Y él a ti no te respeta.

Pero ojo, todo esto no es culpa tuya. No lo es. Es un laberinto en el que has quedado atrapada. No eres la primera persona, ni serás la última, que se queda atrapada en una relación tóxica. No es culpa tuya. No lo es. Pide ayuda para salir. No le des a él el poder de retenerte dentro.

Descubrirás vida fuera de ese laberinto. Aprenderás (o reaprenderás) a mirarte al espejo sin esperar su aprobación, porque no la necesitas. Eres tú quien conoces tus anhelos, tu capacidad de amar, el poder de tus sueños y la fuerza de tus pasos. Sonríele tú a esa muchacha del espejo, y no dejes que nadie le diga que no es digna.

Y que sepas que fuera de ese laberinto también hay otros muchos chavales que sí saben lo que es el amor. Que sí sueñan con una relación construida desde la ternura, el respeto y el ir creciendo juntos para forjar algo que merezca la pena. No te conformes con ese matón que no te merece.

Hoy es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contras las Mujeres. Cada día aparecen nuevos estudios sobre malos tratos en relaciones de pareja jóvenes. Y sobre la justificación de conductas machistas en adolescentes y jóvenes. No hay sumisión que valga. No hay justificación para la violencia ejercida por razón de género. No la hay.

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