Vivimos en el planeta azul, rodeados de agua. Y no solo rodeados, también estamos hechos mayoritariamente de agua. El agua es símbolo de vida, quizás porque es parte de nuestras necesidades más básicas, sin la que no podríamos existir. Por eso se nos hace difícil pensar que el agua sea un producto de lujo, siendo algo tan cotidiano, tan accesible para nosotros. Tenemos un grifo a unos pocos de metros de distancia casi siempre. De hecho, cuando pedimos un vaso de agua en algún bar nos escandaliza que nos lo cobren. O nos parece que algunas de esas aguas de lujo que nos venden a precio de oro son poco más que tonterías para esnobs. Porque el agua no es un producto de lujo.

Pero eso es mentira para una buena parte de la población de nuestro mundo. Para una no pequeña parte de nuestro planeta el agua sí es un lujo. Para millones de personas en África y Asia lo necesario, lo imprescindible, lo cotidiano se está convirtiendo en una riqueza inaccesible, en algo al alcance de unos pocos, que ni se da por supuesto que se pueda acceder a ella, ni se consigue fácilmente. Ya no se trata de un difícil acceso, con largas caminatas a pie para llegar a una fuente potable. Se trata de la imposibilidad de usar el agua como recurso, para consumir, cultivar, tener una higiene mínima, cocinar… Por sus precios desorbitados o el simple agotamiento y por tanto inexistencia de las reservas. Sobre esta realidad de muchas personas de nuestro planeta nos quiere alertar la Semana Mundial del Agua, que acabó el pasado viernes.

Puedes pensar que es un ‘día internacional de…’ con los que nos llenan el calendario y que ya cansan o que directamente no tienen sentido, porque una vez que pasa el evento volveremos a nuestra despreocupación habitual, hasta la próxima vez que toque. Y quizás tengas razón. De hecho, en parte, la tienes. Pero también depende de ti, reconócelo. Al menos una vez al año tienes la oportunidad de reflexionar sobre el modo de vida que estamos construyendo y promocionando. Y aunque no puedas cambiarlo tú solo de arriba abajo, piensa que por lo menos podrás tener una opinión bien formada sobre si estamos en el camino correcto o no. Al menos no te dejarás arrastrar por la corriente. Porque sabrás que para mucha gente el gesto tan cotidiano de beber un vaso de agua limpia es un lujo tan inalcanzable como lo es para ti tener un Ferrari aparcado en la puerta. Y eso no te puede dejar indiferente.

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