Esa tarde iba a pagar el alquiler del piso. Como me sobraba media hora hasta que abrieran la caja, en vez de darme un paseo por el centro matando el tiempo, se me ocurrió ir a la estación de autobuses para ver si estaba algún amigo y charlar con alguien. Al cruzar la esquina en un banco cercano a la estación me encontré a Joaquín. Le pregunté como estaba, si anoche tuvo visita de los otros voluntarios de Café Solidario*, que si le habían traído galletas. Le conté que el fin de semana pasado le vi cruzando una calle y me dijo que va por aquella zona porque tiene un amigo en un bar que le da de desayunar y de comer gratis; pero que cuando empiece el mes y tenga dinero le tiene que pagar porque no quiere estar en deuda con él; que es muy majo y que cada uno tiene que dar lo que puede –me dice. También me cuenta sus proyectos de ir a dormir a una pensión ahora que le van a dar la paga extra ya que le piden otro mes de fianza…
Así siguió la conversación largo rato, contándome su historia, su trabajo, muchos problemas y preocupaciones, algún que otro sueño. Allí estuvimos cerca de una hora, él abriéndome su vida, yo, escuchando, en aquel banco, su casa, de ambiente otoñal pero cálido de encuentro. De toda aquella conversación me impactó algo que me contó, que quizás no sea lo más importante, pero habla mucho de nuestros prejuicios. Él solía ir habitualmente a otro bar a tomar un pincho y un chato de vino, hasta que un día el camarero le dijo –de manera educada- que no volviese por allí. Joaquín preguntó porqué y el dueño del bar le dijo que otro cliente le había visto durmiendo en la calle y que por eso aunque le pagara las consumiciones no quería que entrara más en su local. Esa fue la razón por la que no le permiten entrar al bar: no tener techo donde dormir.
Quizá el del bar piense que da mala imagen para su negocio, o el otro cliente quiere vivir en su burbuja sin relacionarse con otros que lo estén pasando mal. Quizá no sea guapo, ni huela a perfume, ¿y qué? Joaquín es un hombre de carne y hueso, no es un indigente, ni un mendigo: es sobre todo persona, hijo de Dios, igual que tú y que yo. Y yo me quedo rumiando: ¿qué quiero para mi casa y mi vida?, ¿ser local VIP, o ser un hogar algo cutre pero que sea cruce de caminos?
[* Programa de Red Íncola de atención en la calle a personas sin hogar en Valladolid]