Esta canción pone música a una experiencia difícil de explicar. Ese instante en el que aflora lo más instintivo, pasional e irracional. Ese rasgo del carácter que tanto cuesta mantener en calma. Una explosión de fuerza incontrolada que en un instante cambia el curso de las cosas.
Es como cruzar una línea detrás de la que solo cabe pedir perdón y cualquier palabra que oiga sonará a reproche o a compromiso. Sólo queda romperse ante un abrazo, una mirada o un silencio que desde el amor sincero nos recomponga.
El abrazo del padre al hijo pródigo, la mirada de Jesús a Pedro tras negarle o el silencio que no juzga a la mujer adúltera.
La Oreja de Van Gogh (El planeta imaginario)
No me digas nada cuando bajo la persiana.
No me digas que me calme.
No me digas nada nada.
No me digas que me calle cuando pido ayuda desde la alambrada.
No me cierres la muralla, no me digas que estoy guapa
y quiéreme cuando menos lo merezca, quiéreme
cuando corra hacia tus brazos, ríndete
cuando pacte con mi boca una idiotez.
No me digas que me quieres, quiéreme.
No me digas nada cuando ves que en mi mirada hay más lanzas que pestañas,
hay más culpa que amenazas.
No me digas ‘te lo dije’ cuando piso el charco del que siempre hablas.
No me dejes sin palabras.
No me cierres la ventana y quiéreme,
cuando menos lo merezca, quiéreme
cuando corra hacia tus brazos, ríndete
cuando pacte con mi boca una idiotez.
No me digas que me quieres, quiéreme.
Cuando el miedo se arrodille ante mi altar.
Cuando el cielo me castigue una vez más, porque soy solo una niña sin peinar.
Que no sabe qué está bien o qué está mal.