Como cantaba Serrat,
“De vez en cuando la vida // nos gasta una broma // y nos despertamos // sin saber qué pasa // chupando un palo sentados // sobre una calabaza…”

La cuestión es decidir qué queremos después hacer con el palo y con la calabaza… porque, efectivamente, hay momentos en que la vida se pone realmente cuesta arriba, y no hay forma humana de comprender las situaciones a las que te enfrentas… Momentos en que lo que asoma es la desesperación, o el no comprender, y la falta de fuerzas o ganas.

No hay forma humana. Bien digo. Porque es en esos momentos, cuando se pone en juego toda nuestra fe. Y toca bucear para encontrar el espacio en calma donde poder sentir todo el arropo del abrazo de Dios padre-madre. Una calma y un abrazo que no acaban con el dolor (de las ausencias, de los contratiempos, de los…), pero sí afianzan la certeza de que la vida merece la pena vivirla, y dan la fuerza para acoger cada nuevo día. El Dios en el que creo es un Dios de vivos, un Dios de «anda, levántate…» Eso es lo que hace que, en medio de la adversidad, pueda seguir mirando adelante y avanzar un paso más cada día… Y aunque haya momentos de desasosiego, la esperanza es saber que todo irá encontrando su sitio.

…Yo prefiero comerme la calabaza…

Por Emilia

Descubre la serie Motivos para la esperanza

Te puede interesar