Hace unos días me plantearon, para un periódico, una serie de preguntas sobre la situación de la Compañía de Jesús, enmarcadas en un posible artículo sobre la Vida Religiosa. La verdad es que el cuestionario era interesante. Mis respuestas fueron subjetivas, claro. Sin embargo al final el artículo resultó ser una reflexión sobre «el final de la Vida Religiosa», con un tono sombrío y casi depresivo. A mí en realidad me parece que el estado de la Vida Religiosa, con los problemas que tenga, es mucho más lleno de matices y oportunidades. Comparto, con muchos religiosos y religiosas, incertidumbres, preocupación, pero también entusiasmo, pasión y la conciencia de que nuestra vida hoy tiene sentido. No dudo que es bueno el hacer una reflexión profunda, sosegada y realista sobre hacia dónde estamos yendo. Porque, si es verdad que hay muchas cosas que están cambiando, también lo es que hay muchas que pueden emerger.

Creo que la vida religiosa no está acabada. Está cambiando, como toda una época. Algo de eso está recogido en la entrevista. Así que creo que merece la pena compartirla entera.

1 ¿Cuál es el estado general de la Compañía de Jesús en España, a nivel de próximos retos y proyectos?
Yo diría que la Compañía de Jesús está atravesando una etapa de transformación, que afecta a otras muchas instituciones, en la sociedad y en la Iglesia, y ajustándose a una nueva época. Los grandes retos, en lo interno son: (1) la adaptación a una realidad demográfica muy diferente a la que hubo, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XX. (2) También diría que hay que mirar a la vida religiosa con libertad y con lucidez para imaginar cómo va a ser dentro de unos años. En lo externo, (3) creo que tenemos un reto enorme en la transmisión de la fe en un contexto y una cultura que en muchos casos ya no la entiende. (4) Un último reto es el de seguir colaborando con otros en la búsqueda de soluciones para la situación de las personas más vulnerables de nuestra sociedad y nuestro mundo.

2. ¿Qué actuaciones de la Compañía destacaría en los últimos años que ponen de relevancia su importancia a nivel social en España?
Lo primero que diría es que hay que matizar dicha importancia. No somos importantes. Desde luego, no con el peso de otras épocas o de otra sociedad. Y en ese sentido no lo digo con pena ni con nostalgia.
Lo deseable, en todo caso, es poder influir, con otros, a la hora de contribuir a que la sociedad sea más libre, más humana, más justa, y a que la fe pueda tener su espacio en ella. Y dicho eso, para concretar, diría que seguimos teniendo un peso grande en el mundo de la educación, por la cantidad de instituciones educativas (en todos los niveles), y el equilibrio entre una tradición pedagógica muy reconocida y la adaptación a un escenario muy nuevo. También creo que es muy significativo el compromiso social, y especialmente el trabajo en red nos permite hacer visibles muchas realidades (por ejemplo el compromiso con los temas de migraciones, la denuncia de los CIES –ahora mismo se está presentando en distintas ciudades el informe Anual sobre dichos centros, tras presentarse el pasado 7 de junio en el Senado–).

3. El número de jesuitas en España disminuye con el paso de los años debido al envejecimiento de la congregación y la falta de nuevas vocaciones. ¿Qué está ocurriendo para no enganchar a los más jóvenes? ¿Qué se puede hacer para revertir esta situación?
Esta pregunta daría de sí para largos análisis. Probablemente son muchos factores distintos –y muchos de ellos no dependen de nosotros–. Para empezar, la disminución es imparable porque los números de las décadas centrales del siglo XX fueron también excepcionales en todo el mundo eclesial, y eso es impensable en la actualidad. Además, hoy estamos en una sociedad de hijos únicos (una dificultad), donde la secularización ha avanzado a marchas forzadas (otra), y donde los compromisos «para siempre» –y una vocación religiosa lo es– asustan (otra). Probablemente por nuestra parte también hay cosas que tendríamos que hacer mejor, ser más visibles, transmitir más claramente nuestro carisma, y encontrar lenguajes para hablar de Dios hoy de una forma más asequible a muchas personas que ya no tienen el trasfondo de una sociedad sociológicamente cristiana. Pero, dicho todo eso, creo que no debemos pensar en «revertir» la situación a un estado anterior, sino en encontrar el camino hacia un futuro donde podamos seguir teniendo una misión, un lugar y una palabra que decir.

4. ¿Es el envejecimiento el mayor peligro para la continuidad de la Compañía en España?
Creo que no. El envejecimiento supone un cambio que, como decía antes, es, por una parte, imparable, y por otra, necesario. A mí me parece que el mayor peligro para nuestra continuidad sería el de perder nuestra identidad. La Compañía de Jesús tiene su base en la espiritualidad ignaciana, en una radicalidad (en el sentido de echar raíz) evangélica que se convierte en compromiso con la realidad de cada lugar en el que estamos, y en una consagración religiosa que le da sentido a todo eso que hacemos. Hoy en día, desde mi punto de vista, nuestro mayor peligro sería acomodarnos tanto que dejemos de ser creíbles.

5. Ante esta realidad, ¿cómo se plantean llevar a cabo todos los proyectos con menos efectivos en los próximos años?
Desde hace décadas se viene tomando conciencia de un cambio radical. Estamos comprendiendo que los proyectos no son solo «nuestros» proyectos, algo que tengamos que llevar a cabo nosotros solos.
Tenemos una misión, que tiene que ver con la fe y la justicia que nace de la fe. Pero no es «nuestra». Es compartida con otros muchos. La colaboración con los laicos es una realidad que avanza, a base de ir aprendiendo y comprendiendo los retos que implica. También en el horizonte está la colaboración con otros religiosos, dentro de la Iglesia, y con otros actores sociales.
Lo que es evidente es que no pretendemos ser autosuficientes. Por otra parte, también es cierto que necesitamos repensar nuestras presencias. Es posible que no tengamos que seguir en los mismos lugares. Es más, hay nuevos lugares donde vemos que tenemos que estar –en los últimos años hemos dedicado gente y recursos notables a la presencia en internet–.
Dicho eso, también es realista reconocer que no podremos seguir en todos los lugares en los que hemos estado. Estos días, por ejemplo, nos despedimos de Palencia. Ahí tenemos que ser muy lúcidos a la hora de discernir dónde debemos, podemos y tenemos que estar, y dónde hemos cumplido ya nuestro ciclo.

6. Ante los retos de la pobreza, los refugiados y la educación, no sé si considera que es ahora precisamente cuando más se necesita la acción de la Compañía, que siempre ha estado volcada en estos problemas.
Sin duda es necesaria esa acción. Junto con la de muchos otros. Creo que problemas estructurales ya no se solucionan con buenas intenciones ni con francotiradores. Hoy en día hace falta un trabajo en red en muchas áreas. En concreto, las tres que menciona son clarísimas. La pobreza, la situación de las personas refugiadas (y la complejidad de las migraciones hoy) y los retos de la educación en esta nueva cultura digital, requieren reflexión, compromisos y una búsqueda en la que sí creo que tenemos una palabra (no la única, sino una, entre otras) que decir.

7. Buena parte de la Iglesia española nunca ha terminado de encajar bien con el pensamiento jesuita. ¿Qué motivos lo explican?
Creo que la Iglesia es plural. Eso yo no lo veo como un problema, sino como un valor. Es una institución tan enorme que hay en ella sensibilidades, acentos y hasta espiritualidades muy diferentes. Es evidente que los pilares de la fe son los mismos, pero luego hay muchas diferencias en cómo vemos las urgencias pastorales, las cuestiones sociales, etc. Si eso se procesa bien es un valor para la Iglesia, pues vive en tensión entre la búsqueda de nuevos caminos y la fidelidad a su tradición, sin perder ninguno de los dos polos. En realidad la propia Compañía de Jesús es muy plural, por lo que hablar de «el pensamiento jesuita» es, de algún modo, reduccionista, ya que hay muchos jesuitas pensando de maneras muy diferentes.

8. ¿Sienten el apoyo de la comunidad católica española y de la curia o echarían en falta una mayor sensibilidad o apoyo?
Creo que esto se responde con la cuestión anterior. Hay mucha gente que, por experiencia propia, por educación o por sensibilidad, valora mucho a los jesuitas –a veces hasta idealizándonos más de lo que merecemos– Hay también otra gente que nos achaca todos los males que aquejan a la Iglesia (no hay más que ver algunos foros digitales). Pero creo que los extremismos –que no se dan solo en lo eclesial, sino en prácticamente todos los ámbitos de la vida pública– son siempre caricaturas. Yo creo que la Compañía de Jesús está bien encajada en la Iglesia española.

9. En qué modo tener a un Papa de la Compañía ayuda, si es que lo hace, a la fortaleza de la orden en España?
Creo que lo que supuso el nombramiento de un jesuita como papa fue un interés por la Compañía de Jesús, un interés por conocer su espiritualidad, su misión, por tratar de comprender a Francisco tratando de descubrir qué era eso jesuita que había en él… La realidad es que creo que el papa procura ser un pastor universal –y es lo que tiene que hacer–. Pero yo no diría que nos afecte más su estilo, su pontificado o los acentos que pone, de lo que afecta a otras gentes de Iglesia.

(Foto: renovación de votos de jesuitas en formación en España, 2018) 

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