Hace muchos años me inventé una sombra. Bueno, no me inventé una sombra, solamente me la adjudiqué. Me inventé que era mía y que era mi responsabilidad. Asumí que yo era encargado por que se manifestara, por que se apareciera, hasta cuando la luz era tenue.
Me creí que yo era responsable de llevarla a todos lados. De incluirla. De considerarla.
Y no es que la sombra no sea digna de todo eso, es solo que… la sombra empezó a cubrir todo. A oscurecerlo todo.
Me preguntaba que pasaría si ella estuviera aquí, escribiendo, andando, dirigiendo, opinando, disfrutando. ¿Qué pasaría si yo estuviera allá siendo sombra? ¿Qué haría la sombra si estuviera en mi lugar?
Tardé en comenzar a entender que la sombra existe como complemento y no como extensión.