Esperamos en este tiempo un Amor que hace una opción esencial: se hace de carne y hueso: niño, pobre, pequeño. ¡Que combinación tan frágil! ¿Qué necesidad pudo mover a Dios a querer enseñarnos este misterio? Si tan poderoso y omnipotente quiere elegir esta manera de expresar el amor: humano y divino.
Dios es amor y el amor es creativo. El amor es encuentro. No se conforma con nada. Tiene una irresistible fuerza para salir de sí, para hacerse palabra, gesto, mirada…
El amor no se contiene ni se guarda. No puede quedarse. Quiere salir. Busca más, siempre más. Atraviesa el miedo y se hace valiente, osado, trasciende, arrasa. El amor no calla, no puede enmudecer. No le alcanzan las palabras; todas parecen pequeñas, insaciables. Las palabras le dan vuelo, pero no bastan… Tiene miedo de quedarse corto, estrecho y limitado.
El amor se gesta en el deseo de lo que quiere ser real y se frustra si no puede alcanzarlo:
– Lo que no viste y te gustaría haber hecho.
– Lo que quisiste expresar y no resultó como te hubiese gustado.
– Lo que te hubiese gustado decirle a esa persona que amas y no te salió…
– Lo que quisiste ser y no fue…
Dios atraviesa la frustración del amor y vuelve a intentar. Esperamos que siga haciéndolo. Que no se canse.
Porque confía en ti. Confía en lo que se genera en vos cuando amas. Tu mejor versión.
El amor real es comunicación de las dos partes: dar y recibir y volver a dar. Reciprocidad. Encuentro y milagro. Búsqueda y frustración. También atraviesa el dolor y la prueba y no por eso deja de ser amor…
«No tiene sentido, dice la razón.
Es la desdicha, dice el cálculo.
No es más que dolor, dice el miedo.
Es inútil, dice la sensatez.
Es irrisorio, dice la autosuficiencia.
Es imposible, dice la experiencia.
Es lo que es, dice el amor»
Esperamos que el amor nos sorprenda y Dios lo hace con el regalo de un Niño que esperamos. Un regalo que esconde algo de misterio y es paradójicamente claro. No hace falta interpretar. Es. El amor que vendrá se hace de gestos y palabra: La Palabra se hizo carne… Y nos invita a que hagamos carne el amor. Un amor real que se hace vulnerable, necesitado de besos y miradas, caricias y abrazo…
Todo lo que un niño pobre y pequeño necesita para poder ser. Eso hará Dios con la humanidad al darnos otra oportunidad, al venir a nosotros en esta Navidad.