Me cautivan los ojos que irradian sencillez, transparencia y sorpresa. Estoy convencido de que la mirada de una persona dice mucho de quién es ella. Da pena ver miradas tan tristes, tan vacías, tan superficiales e incluso, perdidas. Por eso cautivan los ojos de las personas que transmiten frescura y libertad. Hay jóvenes, sobre todo, que tienen una luz especial en sus ojos, aunque también hay otros que gritan la soledad que sienten. Tus ojos, ¿ven, miran o aprecian?
Existen tres momentos o tiempos distintos en el acto de percibir una realidad. Al ver observamos una realidad y distinguimos colores, formas, tamaños, etc., Es un acto pasivo por el cual dejamos que la realidad aparezca delante de nosotros.
Al mirar, ponemos ‘intencionalidad’ en el acto de ver. Cuando miramos la luz de la razón se pone en marcha. Sin embargo, apreciar, es algo completamente distinto. Al apreciar, no solo la realidad se hace presente ante mí, o con la ayuda de la razón conocemos y examinamos la realidad, sino que además se une el mundo afectivo. En el ejercicio de apreciar está nuestro mundo interior percibiendo una realidad concreta.
Apreciar es, de alguna manera, mirar con las entrañas, con el corazón, con los sentimientos más profundos de nuestro interior. Por eso que en el acto de apreciar ser revela el mundo interior que nos habita. Si hay amor en tu interior, amorosa será tu mirada, si hay compasión, compasiva será tu mirada, y si hay perdón, misericordiosa será tu mirada.
Si miramos la realidad, desde la fría razón, tal vez no exista un solo hombre sobre la tierra que pueda ser declarado inocente. Pero si apreciamos a los demás, desde lo profundo de nuestro ser, desde los sentimientos de amor, compasión y perdón, nuestros ojos se encontrarán con la belleza que está detrás de la ‘corteza de apatía’ que cubre el corazón del ser humano.