Nunca he podido ver una peli de terror entera. Mi novio se desquicia conmigo cuando llega la escena de máxima tensión y a mí salta un muelle interno que automáticamente me cierra los ojos, me tapa los oídos con las manos y de un salto me escondo debajo de la manta. Podría decir que he visto Al final de la Escalera o El Exorcista, pero es una verdad a medias porque lo que se dice ver, sólo he visto trozos; de hecho me falta por ver las escenas más míticas porque en esos momentos yo andaba hecha un bicho bola acurrucada en el sofá.

Esta búsqueda de emociones en las pelis la puedo llegar a entender porque uno puede controlar el subidón de adrenalina en tiempo y en intensidad. Es distinto cuando el miedo llega de sorpresa, anuncia algo que puedes perder de verdad y se queda contigo incordiándote más tiempo del deseado. En ese caso, a más de uno le salta el muelle y desearía tener una manta para esconderse. Ese tipo de miedo más cotidiano, nos da donde más duele. No nos gusta reconocerlo y huimos de él como del sol en pleno agosto. Y así al que le dan yuyu los eventos sociales se inventa un trabajo urgente para el día siguiente. El que siente miedo de volver a fracasar en una relación, se bloqueará justo en el momento de pedir salir a una chica, y aquél que huye de la soledad, dejará la tele encendida para que haya alguien en casa esperándole cuando vuelva. Evitamos encontrarnos con lo que nos asusta poniendo parches que a corto plazo funcionan, pero a la larga…

Quizá sería más útil cambiar de estrategia y mirar los problemas de frente; empezar siendo sincera conmigo misma y reconocer que me acojona salir con este tío o llegar a una fiesta y no conocer más que al anfitrión. Eso ya es un gran paso. Hablar con un buen amigo o escribirlo en una libreta, puede ayudarnos porque cuando el problema lo sacamos fuera es más fácil manejarlo. A veces simplemente hablando, los miedos se disipan; otras veces continúan y entonces tocará decidir qué quiero hacer con ellos. Porque está claro que tapándome con la manta no arreglo nada y puede que me esté perdiendo el disfrutar con mi chico de una buena peli. A veces pasa, no siempre, pero a veces pasa que, cuando uno respira coraje y se prepara para mirar de frente aquello tan horrible de lo que huía, descubre con asombro que nada hay y que probablemente nada hubo tampoco antes.

Quién sabe… a lo mejor la escena de la peli era mucho peor en mi imaginación. 

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