Pues ya queda poquito para Navidad, y empieza la tele a llenarse de anuncios enternecedores, de esos que te hacen pellizco en el corazón. Este año, Suchard ya ha sacado el suyo y, ciertamente, te pellizca.

En ella, una pareja de abueletes contempla una foto y se preguntan: «¿Tú crees que lo hemos hecho bien?». Comienza entonces una especie de mirada hacia atrás, un repaso de todas las navidades vividas juntos. Y, en ese recorrido, la familia es la protagonista: los hijos pequeños, los Reyes en torno al árbol, los fines de año entre risas, los enfados adolescentes, las parejas, los nietos, la pandemia… llegando al momento actual, en el que ellos son capaces de responderse a esa pregunta que se hacían al principio.

Mirando el entrañable vídeo pienso en mis padres, en la de veces que se habrán hecho esa pregunta. Creo que, para unos padres, debe ser una pregunta que no se agota nunca ni jamás queda zanjada, que se asoma con cada preocupación por los hijos: cuando han tenido algún problema en el colegio, cuando no han escogido bien las amistades, cuando no terminan de decidirse acerca de qué hacer con sus vidas, cuando se han marchado dando un portazo, cuando no les visitan o no les llaman… Cuestionarse la labor como padres debe provocar un vértigo tremendo, un miedo atroz a la respuesta no querida pero posible, o a una respuesta que oscila, se interpreta o se intuye en base a lo que se va recibiendo, pero que nunca apaga del todo el interrogante.

Yo, como hija, también pienso en la de veces que habré provocado que mis padres se pregunten eso de «¿lo habremos hecho bien?». Nunca sabré qué se han respondido. Escribiendo esto reflexiono que quizás ha llegado el momento de adelantarme a las cábalas que se harán y contestarles de palabra, no dejando nada a la imaginación: «Sí, papá, mamá, lo habéis hecho muy bien». Así, tal cual.

Puede darnos un poco de rabia que sea el tiempo de Navidad, entre regalos, anuncios, eslóganes y comilonas, el que nos recuerde la importancia de la familia, de ser agradecidos, de mostrar y demostrar el cariño, de preocuparnos por que nadie se quede solo. Pero, bueno, si al menos una vez al año tenemos en cuenta esos sentimientos, ¡mejor eso que nada! Y, de paso, tampoco sería mala idea que, ante el pesebre, frente a ese pequeño Niño, todos, no sólo nuestros padres, nos hagamos esa pregunta: «¿Tú crees que lo hemos hecho bien?».

 

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